Enrique Tábara Zerna.
Por: Jefferson Núñez
Transcurrían los años 60, época en la que grandes acontecimientos cambiarían el rumbo de la historia universal, guerras, choques filosóficos e hitos científicos, en Ecuador, esta realidad no era ajena, existía una intensa agitación política, en la que diversas corrientes de pensamiento dominaban en gobiernos tanto civiles y militares, deviniendo en importantes luchas sociales, en lo cultural, los intelectuales sobre todo en el campo de la literatura habían notado una suerte de estancamiento en los parámetros oficiales que determinaban las prácticas culturales de aquel entonces, es así que para 1962 surge un movimiento contestatario denominado Tzántzico, a partir del cual se iniciarían otros grupos disruptivos que cambiarían la figura de la sociedad intelectual Ecuatoriana, desde ese momento y para siempre.
En este ecosistema cultural, el arte, era bien valorado, por lo que diversos salones se habían constituido como el medio ideal de difusión para las artes plásticas, sin embargo estos debían respetar las imposiciones del oficialismo, que pretendía manipular esta estructura expresiva para consolidar el poder político y sus perspectivas ideológicas, en rechazo a este arraigado matiz social, en el año 1966 grupos de universitarios y obreros apoyaron a la Asociación de Escritores y Jóvenes Artistas, en la toma de la Casa de la Cultura en Quito, por su parte, la toma del Núcleo Cultural de Guayaquil fue liderada por Enrique Tábara, José Martínez Queirolo y Enrique Gil Calderón.
Con este antecedente, en el año 1967, y con la ayuda del reconocido galerista Wilson Hallo se conforma el grupo denominado Vanguardia Artística Nacional (VAN), integrando 8 artistas relevantes de aquella época, entre ellos el maestro Enrique Tábara, quienes defendían la implementación de nuevos estilos y tendencias en la pintura nacional, en oposición a la predominante pintura expresionista de carácter social.
Existe entonces algún tipo de resistencia por la aceptación del arte con influjos norteamericanos, sembrando en los artistas una cierta incertidumbre sobre el camino en el que debían inmiscuirse, aquí sobresale (nuevamente) un nombre que retumbará y marcará la historia del arte como la conocemos, Enrique Tábara, quien ya había protagonizado la antibienal de Quito, en donde y en conjunto con otros artistas adoptaron una postura radical en rechazo indiscutible a las políticas de la casa de la cultura.
Con su experiencia, ya que había conocido de primera mano en España y Suiza los movimientos internacionales en auge viendo su discurso pictórico influenciado por los mismo y tomando lo vital de ellos, se atreve sin titubear a ofrecerle una nueva perspectiva pictórica a la sociedad, Tábara se hace por sí mismo y muy merecidamente uno de los nombres más importantes de la plástica nacional.
Con esta revolucionaria soflama pictórica, el maestro hace frente a los límites determinados por el realismo social, es así como ya para el año 69 construiría a totalidad lo que muchos consideramos su identidad pictórica, fundamentada en una narrativa sencilla y vitalista, centrándose en pies y piernas que han sido tomados como aquellos voceros de la llegada de una nueva “era” en la historia del arte nacional y latinoamericano, refiriéndome así a su serie “Pata-Pata” en la que además de lo antes dicho destaca su cromática, la cual se puede de alguna manera enlazar con la cultura Pop.
De los 8 miembros fundadores del grupo VAN, Tábara es la última voz revolucionaria en apagarse, falleciendo un 25 de enero del 2021, no hay, hoy por hoy, quien no asocie aquellas piernas, insectos y zapatos con su nombre, dejando en claro que la trascendencia de un hombre, no se logra con el anquilosamiento de la filosofía propia sino con su renovación constante.